Poema de Halloween 2004
Francisco Álvarez Hidalgo
Fría es la noche, y el temor es frío,
cruje bajo los pies rígida escarcha,
y es la sangre en las venas como un río
que bajo el hielo lentamente marcha.
Fría es la luz filtrándose en la sala,
fríos los candelabros extinguidos,
y húmedo el frío que los huesos cala
por la piel de los miembros ateridos.
Y hay frío en el hogar, y en el ambiente
del cuadro de sombríos personajes
de apática mirada indiferente
luciendo aristocráticos ropajes.
Y cada noche oscura se despegan
del lienzo en la pared las pinceladas
en formas incorpóreas, y navegan,
sombras sin sombra, en lóbregas jornadas.
Ni hay eco de pisadas, ni hay aliento,
sólo un avance en flotación ligera,
como una ráfaga glacial de viento
a través de la grieta en la vidriera.
Pasaron ante mí, mas no me vieron,
ni yo les ví, tan sólo su presencia
se hizo sentir, y cómo estremecieron
mis sentidos desde su transparencia.
Alcé la vista al cuadro sobre el muro
y sus espacios ví blancos, vacíos...
Sólo una joven de cabello oscuro
quedaba, con sus ojos en los míos.
Una sonrisa afable florecía
sobre sus labios tenuemente rojos,
mezcla de amor y de melancolía,
y no pude apartar de ella mis ojos.
Me acerqué a la pintura, seducido
por un misterio tan incomprensible,
y al rozar con los dedos su vestido
me circundó un calor irresistible.
Pero mi espalda percibió al instante
la frialdad del grupo en su regreso;
la miré una vez más, y su semblante
me pareció la encarnación de un beso.
Y aquella noche tuve que dejarla,
mas cada día paso hora tras hora
contemplando el retrato, y al mirarla
siento que cada vez más me enamora.
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